Poniendo las ideas en palabras

— de Paul Graham

N. del T.: traducción al español (dialecto argentino, y más bien poco estricta) de "Putting Ideas Into Words" de Paul Graham (febrero de 2022). El original no tiene licencia pero dice Paul que todo pelota y que le avise. Énfasis mío. Más sobre la variedad lingüística acá, y más traducciones aquí.



Escribir sobre algo, incluso algo que conocés bien, te suele mostrar que no lo sabés tan bien como creías. Poner las ideas en palabras es una prueba dura. Las palabras que elegís primero suelen estar mal, y tenés que reescribir oraciones una y otra vez hasta dar en el punto. Y tus ideas no solo van a ser imprecisas, sino también incompletas. La mitad de lo que termina en un ensayo son ideas que pensaste mientras lo escribías. De hecho, por eso los escribo.

Una vez que publicaste algo, la convención es que lo que escribiste estaba pensado desde antes de escribirlo. Estas eran tus ideas, y ahora las expresaste. Pero sabés que eso no es cierto. Sabés que el hecho de poner las ideas en palabras cambia las ideas. Y no solo las ideas que publicaste: probablemente hubo otras que estaban demasiado rotas como para arreglarlas, y fueron descartadas.

No solamente asignar palabras específicas a una idea es lo que hace que escribir sea tan exigente. La verdadera prueba es leer lo que has escrito. Tenés que simular ser un lector neutral que no sabe nada de lo que está en tu mente y solo ve lo que escribiste. Eso que leés, ¿es correcto? ¿Parece completo? Si hacés el esfuerzo, podés leer tu escrito como un completo extraño, y cuando lo lográs solés obtener malas noticias. Yo necesito muchos ciclos para lograr que un ensayo pase la prueba del extraño. Pero ese humano extraño es racional, así que siempre se puede pasar su prueba, si le preguntás qué es lo que necesita. Si no está satisfecho porque no mencionaste X o te faltaron descripciones, pues mencionás X o agregás esas descripciones. ¿Feliz ahora? Quizás tengas que sacrificar algunas oraciones que suenan muy bien, pero vas a tener que resignarte. Tenés que hacerlas lo mejor posible, pero que también satisfagan al humano extraño.

Todo esto, supongo, no es tan polémico. Creo que estará de acuerdo con la experiencia de cualquiera que haya intentado escribir sobre algo no trivial, algo suficientemente complejo. Tal vez existan personas cuyos pensamientos sean tan perfectamente definidos que fluyen directamente a palabras. Pero no he conocido a nadie que pueda hacer eso, y si conociera a alguien que dice que lo puede hacer, me parecería más una evidencia de sus limitaciones que de sus capacidades. De hecho, es un cliché cinematográfico: el tipo que tiene el súper plan para hacer algo difícil y que, cuando le preguntan detalles, se toca la cabeza y dice: "está todo aquí". Y todos los que están viendo saben lo que significa. Como mucho, es un plan vago e incompleto. Muy probablemente haya algún defecto no descubierto que lo invalida totalmente. En el mejor de los casos, es un plan para un plan (N. del T.: o como dicen ahora, un "concepto de un plan").

En dominios precisamente definidos es posible formar ideas completas en tu mente. La gente juega ajedrez en la cabeza, por ejemplo. Y los matemáticos pueden hacer algo de matemática en la cabeza, aunque no parecen estar seguros de una demostración larga hasta que la escriben. Pero esto únicamente parece posible con ideas que puedas expresar en un lenguaje formal[1]. Se podría decir que esas personas están poniendo ideas en palabras, adentro de su cabeza. Hasta cierto punto yo puedo escribir ensayos en mi cabeza. A veces pienso un párrafo mientras camino o estoy tirado en la cama, y llega casi intacto a la versión final. Pero en realidad estoy escribiendo cuando hago eso. Estoy haciendo la parte mental de escribir; simplemente mis dedos no se están moviendo mientras lo hago[2].

Podés saber un montón sobre algo sin escribir sobre ello. ¿Podrías saber tanto que no aprenderías nada al intentar explicarlo? No creo. Yo he escrito sobre al menos dos temas que conozco muy bien —programación con Lisp y startups— y en ambos casos aprendí mucho al escribir. En ambos casos hubo cosas de las que no era consciente hasta que intenté explicarlas. Y no creo que mi experiencia sea anómala. Gran parte del conocimiento es inconsciente, y si hay algo que un experto tiene más que un principiante, es conocimiento inconsciente.

No estoy diciendo que escribir sea la mejor manera de explorar todas las ideas. Si tenés ideas sobre arquitectura, seguro la mejor forma de explorar sea construir cosas reales. Lo que digo es que, por mucho que aprendas explorando ideas de otras maneras, todavía vas a aprender algo cuando escribás sobre esas ideas.

Poner las ideas en palabras no implica escribirlas, por supuesto. Podés hacerlo a la vieja usanza: hablando. Pero en mi experiencia, escribir es una prueba más estricta. Tenés que asignar una única y óptima secuencia de palabras. Menos cosas pueden quedar implícitas cuando no tenés el tono de voz para transmitir significado. Y podés enfocarte de una manera que parecería excesiva en una conversación. Suelo pasarme 2 semanas en un ensayo y releo los borradores 50 veces. Si hiciera eso en una conversación sería evidencia de algún tipo de desorden mental. Si sos vago, por supuesto, escribir y hablar son igual de inútiles. Pero si querés empujarte a hacer las cosas bien, escribir es una cuesta más empinada[3].

La razón por la que he pasado tantos párrafos estableciendo este punto bastante obvio es porque lleva a otro que muchos encontrarán chocante: si escribir tus ideas siempre las hace más precisas y completas, entonces nadie que no haya escrito sobre un tema va a tener ideas bien definidas sobre ese tema. Y alguien que nunca escribe no tiene ideas bien definidas sobre nada complejo. Le puede parecer que sí las tiene, especialmente si no tiene el hábito de examinar su propio pensamiento de forma crítica. Las ideas se pueden sentir completas. Es recién cuando intentás ponerlas en palabras que descubrís que no lo están. Así que si nunca exponés tus ideas a esa prueba, no solo nunca vas a tener ideas bien definidas, sino que además nunca te vas a dar cuenta.

Definitivamente poner las ideas en palabras no es ninguna garantía de que las ideas sean correctas. Lejos de eso. Pero aunque no sea una condición suficiente, es una necesaria.

Notas al pie


(fin de la traducción)


Notas mías (Pablo)

Por qué

Paul Graham es un inversor muy conocido en el mundo tech angloparlante, y también escribe bastante. Así que supongo que encontré el artículo ahí entre los suyos.

Sentí que sus palabras reflejaban muy bien algunas experiencias que tuve en mis empleos, con compañeros —o aún peor: líderes— que esquivaban bastante la escritura, en especial la descripción de las tareas. Me pasó lo que está escrito arriba: alguien convencido de que lo que pide oralmente está muy claro, y yo con muchísimos agujeros en mi entendimiento o viendo los agujeros en todo lo que escuchaba. Y no lo hacían de malos, ni de vagos, era solo que

Las ideas se pueden sentir completas. Es recién cuando intentás ponerlas en palabras que descubrís que no lo están.

Si tan solo se hubiesen sentado a escribir… Aunque ojo, no escribir así nomás, sin ganas, unas oraciones sueltas, para cumplir. No: escribir con suficiente detalle y enlazando a otros textos que den contexto para entender el problema —​para escribir bien hay que leer—. Con eso ya hubiesen visto que la idea estaba incompleta o era incorrecta. Por supuesto, hay distintas capas de abstracción y áreas de responsabilidad, y no todos tienen que saber todo (o pueden), pero siempre se puede escribir algo.

Un proceso útil: solicitar documentos de diseño (design documents) de toda funcionalidad a implementar. Especificaciones, diagramas, esquemas, planos… ¡al menos algunos párrafos! En definitiva: planes. Y que sean aprobados por terceros.

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